Armando Gil Linares, siendo estudiante bibliotecario en
la UCV, subió a la montaña guerrillera y
bajó con el nombre de “José” prácticamente oculto en una caleta margariteña
hasta que lo rescató Mimina y pudo hacer
carrera de artista plástico. Ganó el Premio
del salón de Pintura Alejandro Otero que lo llevó a convertirse en el primer
director del Museo Soto durante diez
años. Aquí en la foto lo vemos
contemplando su obra cinética que parecía vibrar con la luz. (AF)
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