Al pintor bolivarense Omar
Granado, director fundador de la desaparecida Escuela Armando Reverón, se lo
llevó después la ULA para Mérida y de allá vino en septiembre de 87 y me dijo
que lo acompañara a llevarle unas flores a su único hermano, Juvenal, muerto
muy joven bajo las
ruedas de un automóvil. Inútilmente consumimos
toda la mañana tratando de localizar la tumba y ya frustrados le sugerí a
Omar depositara las flores sobre
cualquier tumba en nombre de su hermano.
Así lo hizo y con los ojos húmedos recordó “Los Humos y las Voces”
de José Sánchez Negrón que él le había ilustrado: “Demonios minerales, luego, /
levantaron la muerte de negro acantilado / y digo muerte / porque en el fin,
allí se niega / el horizonte /…” (AF)
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