Los Chubascos, aguaceros con mucho viento que encrespan la superficie del Orinoco, nubarrones oscuros, cargado de humedad, suelen presentarse repentinamente y empujado por la brisa fuerte se resuelven en agua o viento capaz de chocar
contra un escollo y hacer naufragar al patrón más diestro y prevenido en la
navegación fluvial, así como ocurrió a la balandra “La Emilia” de Francisco
Bártoli el 20 de enero de 1927 al chocar en Angosturita contra la Piedra de la
Lavandera. Afortunadamente los daños no fueron mayores porque muy a tiempo salió en auxilio la lancha de Andrés Pietrantoni, presidente de la Electricidad de Ciudad Bolívar. (AF)
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