domingo, 13 de agosto de 2017

La Laja de la Sapoara


En la Laja de la Sapoara, hoy sepultada al pie del antiguo Cine Río, era realmente abundante en agosto el cardumen de Sapoaras imantadas por corrientes encontradas y tradicionalmente ahí se establecían desde la madrugada numerosos tarrayadores.  Por ser la enorme laja empinada y resbaladiza el pescador tomaba sus precauciones, tenía conciencia plena de lo que significaba disparar como  capote el esparavel.  Había que tener uñas de acero en los pies y afincarlas poderosamente sobre la piedra inmensa.  Allí, Gallegos, en su novela Canaima, puso en peligro la vida de Marcos Vargas mientras el poeta Héctor Guillermo Villalobos  lamentaba: “¡Ay, mi madre! en el traspiés / Y nada más…El río brama / ¡Qué muerte resbaladiza! /Qué traicionera puntada! /  Y así se lleva a los hombres / la Laja de la Zapoara” (AF)

         

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