Así los bolivarenses apodaban a Rosa, habitante de Cerro Azul, porque era resuelta, franca, directa y cruda, pero de un gran corazón. Decían que ella era confidente de Ramón Cecilio Farrera y del Caribe Vidal. Muy bien le hubiese calzado este verso de Neruda: “.-.Rosa de sal, flecha de claveles lanzados por el fuego…”
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